Africa: Mercados de camellos - El Coleccionista de Desiertos
2550
post-template-default,single,single-post,postid-2550,single-format-standard,bridge-core-3.0.1,qode-page-transition-enabled,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-content-sidebar-responsive,qode-theme-ver-28.6,qode-theme-bridge,disabled_footer_bottom,qode_header_in_grid,wpb-js-composer js-comp-ver-6.7.0,vc_responsive

Africa: Mercados de camellos

Algunos de los lugares que más excitan mi efervescente imaginación (y que puedo revelar aquí sin ruborizarme) son los mercados saharianos de camellos. Ellos tienen el poder de trasladarme a aquellos tiempos remotos, casi desvanecidos, de las grandes caravanas que abrían el comercio entre Sijilmasa y el Reino de Ghana y que podía reunir a mas de 30.000 camellos o las de Darb el Arbain o Ruta de los 40 días, que partía desde el oasis de Kharga hacia el Sudán, y que el lector espabilado ya habrá adivinado cuantos días tardaba en llegar.

Menos mal que todavía persisten algunas caravanas como el Azalai que une las minas de sal de Taoudenni con Tombuktu, o las de los Afar en Etiopia y Djibouti, desde el lago Assal o el Danakil, para que cada vez que a aquellos románticos que todavía quedamos en el mundo nos castiguen atándonos a la silla de un despacho, podamos seguir soñando con imitarles y disfrutar de una libertad tan infinita como el horizonte que nos rodea, sin mas necesidad que la compañía de un buen vino y un mejor amig@.

A caballo, o casi mejor decir a camello, de estas rutas florecieron mercados como los de Guelmin, Agadez, Douz, Ghat, Daraw, Babile, Abéché…. donde la gente acudía semanalmente desde el desierto para vender o comprar animales, y socializaba poniéndose al tanto de los chismes ocurridos en la Wilaya y luego poder transmitírselos a la o las parientas (según las ganas de complicarse de cada uno). Algunos de ellos todavía persisten, pero otros, los mas, fueron desapareciendo con el tiempo, tragados por las dunas y el olvido, como en Siwa o Sijilmassa.

Como decía, los mercados son y serán siempre lugar de divulgación de cotilleos y esta foto de abajo es la prueba evidente  Llevado de esa curiosidad insaciable que se apodera de mi, me acerqué a ver si me enteraba de lo que pasaba, pero como no domino los mas de 20 dialectos de los zaghawa ( en realidad no entiendo nada de ninguno de ellos) me quedé con las ganas y no os puedo contar de que hablaban, pero seguro que era superfuerte…

Aparte de las Caravanas de Sal de Taoudenni o las de Bilma, todavía se pueden ver grandes grupos de camellos atravesando el Sahara, pero probablemente sean tan sólo rebaños destinados a ser vendidos como alimento. Se sacrifica a los machos que han alcanzado los 6 ó 7 años y en algunos países su carne es una delicatessen. Las hembras se salvan para la cría o producir leche.

Dicen que la leche de camella es la más rica en vitaminas y muy beneficiosa para la salud, lo difícil es ordeñarlas, porque las amigas tienen un caracteeer… Yo la probé por primera vez en Khazastán, hace mucho, pero no se me olvida, para mí que tiene un sabor ‟diferente”, así que desde entonces me la tengo que tomar con nesquik porque si no, se me hace bola.

De los mercados de camellos que he podido conocer, sin duda alguna me quedo con el de Abéché en el Chad, (una vez mas no recuerdo si ya os conté que viví allí). Cuando era la capital del sultanato de Ouaddai llegó a ser un importante nudo de comunicaciones de las rutas transaharianas, y todavía tiene algo en su mercado que evoca los esplendores de aquella época. (vamos, que parece mas auténtico, si cabe, que el mercadillo medieval de Las Rozas).

Dentro del caos aparente, todo tiene un orden, y eso me gusta (el orden no, me refiero al caos). Allí conviven en el mismo lugar y bajo varias capas de polvo, mugre y moscas, los puestos de fruta con los de telas de colores; mas al fondo, están las zonas destinadas al rezo, los negocios, jugar al dhaemon al Essigue, o a la divulgación y exageración de chismes; en el centro, por grupos, caballos, camellos, burros y cebúes, y por todos lados, omnipresentes, ese prototipo revolucionario para la eliminación de residuos, usease las cabras propiamente dichas, comiendo plásticos, cueros, telas o neumáticos…

Para mí, estos sitios tienen algo en el aire, especial, embriagador, todo lo ves diferente y predispone a ponerse tierno e incluso a perder la cabeza por amores tan fuertes como imposibles. Como una amiga se quejaba hace poco de que en mis fotos hay muchos paisajes y pocos retratos, voy a colgar una foto de unas trillizas con las que estuve coqueteando en el mercado de camellos de Douz. Rubias ellas, monísimas, mirar que pestañas, que caida de ojos…!!

Esta parejita de abajo también me miraba bastante, pero por el momento, a mi me tiran más las trillizas de arriba.

Volviendo a los camellos, recuerdo que por unos 1000 euros podías comprar un buen ejemplar. Ahora bien, si tu presupuesto era algo mas ajustado, por un poco menos vendían este otro camello. El dueño, me decía eso de believe mister, believe me, es un camello corredor, un autentico mehari, y me explicaba que acababa de salir de un gripazo y que como se le había quedado esa cara tan desmejorada, pues lo vendían mas barato.

Una vez soltada la gilipollez de turno, ya mas relajado, voy a  proseguir con el mercado de Abéché. Os decía que había algo en él que me atraía especialmente y por eso acudía cada semana. A menudo me encontraba con pequeños grupos de Daza recién llegados de las montañas del norte. Recuerdo que me plantaba delante de ellos con mirada suplicante, ansioso por que me dejaran acompañarles, mientras los veía pasar, alejarse, perderse en la distancia, tragados por el polvo rosa del harmatán, en camino hacia las desoladas llanuras de Tanezrouft, el desierto de los desiertos, o a las rojizas arenas del Karnasai…

Después ahogaba mis penas en mi bar favorito, L’etoil de Afrique, casi el único que había. Recuerdo que había otro que regentaba un ex-legionario francés, pero apenas íbamos porque era de reputación más que dudosa y no se nos habia perdido nada, claro…, si acaso alguna vez…

Pues os iba diciendo que iba al bar a ahogar mis penas y seguir soñando que emulaba los viajes de Monod y regresaba a las ondulantes dunas del Amatlich y las ciudades santas del Adrar, o a las negras cumbres del Tibesti, o también a las dunas rojas del Ackhar, y a Iyil y el deslumbrante espejo de sus salinas, al Amukruz y sus bosques de acacias, a Bir Nzaran y Bir Gandús (dos aldeas de nada en la nada, que me dicen tanto…), a las coloridas lagunas de Ounianga o las de Ezzemoul, donde descansan del largo viaje derrotadas garzas y flamencos…o a tantos lugares que me resisto a dejar que el tiempo los borre de mi memoria o de mis sueños.

Me imaginaba con ellos, al caer la tarde, tras el alto hacia oriente para la ultima plegaria, la ichâ, acampar en cualquiera de esos miles de lugares sin nombre que sólo ellos conocen, al abrigo de los vientos y al calor de un fuego hecho de restos de acacias, contar viejas y nuevas historias mientras saboreábamos un té espumoso, endulzado con azúcar de roca y servido en tres tragos, ya sabeis, el primero amargo como la vida, el segundo, fuerte como el amor, y el último dulce como la muerte. Y después, al raso, dejábamos que el cansancio nos venciera mientras el fuego se apagaba lentamente….( que bonito me ha quedado, veo que hoy estoy muy mujer, voy a dejar a mi hormona solitaria que siga escribiendo por mí).

En estas noches africanas me gusta ponerme un poquito de música africana en el iphone y enseguida entro en una situación de trance muy similar a cuando me quedo frito, pero siempre alerta. No suele faltarme Terakaft, Tinariwen o Tartit…, música monótona como el mismo desierto que la inspira, pero como decía el explorador Camile Douls, con un encanto especial que adormece los sentidos y hace soñar al espíritu.

A mí ésta música y las noches al raso me llevan a otras. Me venían ahora a la cabeza recuerdos muy entrañables de otra noche, otro fuego, otros amigos. ..Me encontraba por Villa (Dakhla) recorriendo el Sahara Occidental con mi amigo Paco, cuando un amigo saharaui cuyo nombre omito por seguridad, nos preparó un fuego para dar buena cuenta de una pobre gacela recién abatida entre las dunas de El Aargub. Ainss que noches, cuantos recuerdos….

Imagino que llegado a este punto, tendrás el vello ‟enritao” con mis relatos y te habrán entrado unas enormes de escaparte YA¡ al desierto, pues lo tienes fácil, únete a nosotros. Aunque a lo mejor prefieres que te lo cuenten o verlo después de comer en los documentales de la 2, desde el sofá mientras atraviesas plácidamente la barrera del ronquido. Allá tu, yo ya he elegido…

7 Comments
  • teresa
    Publicado a las 20:09h, 29 enero Responder

    Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, como el viaje a Marruecos.
    Qué bien lo pasáramos 🙂

    • undiaenlavidadecuchara
      Publicado a las 20:31h, 29 enero Responder

      es verdad Tere, hay que repetirlo¡¡¡

  • Jesús
    Publicado a las 21:27h, 29 enero Responder

    Hoy me has acojonado, quien te ha escrito el capitulo de hoy?, ni hormona ni ….
    Carlos, un fuerte abrazo desde Herat donde también hay camellos fuera de la base.

    • undiaenlavidadecuchara
      Publicado a las 21:49h, 29 enero Responder

      Hombre compañero, cuídate mucho por ahi. Un fuerte abrazo

  • Pilar
    Publicado a las 16:47h, 09 febrero Responder

    Yo ni me he estrenado, así que …

  • YOLANDA
    Publicado a las 16:00h, 12 abril Responder

    Hola Cuchara, he disfrutado mucho leyendo tu blog y con esas maravillosas fotos y con Fatoumata Diawara de fondo. Hay que convencer a Gonzalo para que nos organices un viaje a Africa, please!

    • undiaenlavidadecuchara
      Publicado a las 18:33h, 12 abril Responder

      Hola Yolanda, estaba seguro que te iba a gustar, modestia aparte, pero no hagas como Sego y me leas en diagonal eh. Ademas con Fatoumata, todo parece mejor. Bienvenida al blog.

Publicar un comentario