Esta vez ya no voy a mostrar mi lado mas sensible, ¿para qué? si a veces tengo la sensación de que, con lo cachocarneconojos que tengo por amigos, escribir así es como predicar en el desierto.

Y como recuerdo que en mi última entrada os amenacé con escribir sobre un lugar especial de África, y casualmente este verano he pasado unas cuantas veces por uno de ellos, os lo voy a enseñar.

Mi lista de lugares especiales en África es enorme, pero hay dos que concentraron los sueños y los esfuerzos de las expediciones del sXIX, y casi 200 años después siguen concentrando los mios: Tombuctú y las fuentes del Nilo.

Ambos significaron entonces El Dorado africano, una promesa de gloria y riqueza para aquel que los encontrara y que aún hoy día siguen representando a aquellas metas personales casi imposibles de alcanzar. Para mí, es algo mas que fama y dinero, porque ambas cosas las podría conseguir fácilmente apuntándome a Gran Hermano y lucir en gallumbos mi hermosa parrilla de abdominales (venida a menos), es que casualmente mi gran sueño, tantas veces retrasado, pasa exactamente por estos lugares.

He venido muchas veces al lago Victoria, no sabría decir cuantas, (ya no sé si una o ninguna) así que para mi es casi un ritual sentarme en la orilla a mirar las estrellas y, mientras remuevo con el dedo índice mi gintonic, dejar que el rumor de las olas me transporte a las expediciones de Burton y Speke, Mungo Park, Rene Caillié, John Carpenter, Barth, los hermanos Lander, etc etc.

Y mientras persigo mi propio sueño, me desvelo pensando en todos aquellos que encontraron lo que buscaban o se dejaron la piel en el pellejo.

Esta vez, la música africana de Fatoumata Diawara, los efluvios del gin tonic y una camarera con un culo impresionante ( y es bien sabido que el culo es el espejo del alma) despertaron mi lado mas poético y me puse a recordar grandes historias de amor en África.

Por asociación de nombres el primer gintonic me hizo recordar a Gordon Laig, el eterno enamorado que al día siguiente de su boda inició su expedición a Tombuctú, en la que, de manos de los que momentos antes le habían dicho esa frase que me encanta de ‟Believe me Mister, believe me…” y que me aconseja pensar siempre exactamente lo contrario, recibió nada menos que 28 sablazos, 8 de ellos graves. Como resultado de dicho asalto perdió una mano, una oreja, la mandíbula, etc etc y fue abandonado creyéndolo muerto, y aun así consiguió ser el primer occidental en alcanzar Tombuctú, aunque no viviera para contarlo.

Después me acordé de Ewart Grogan, quién por amor recorrió a pie el continente africano de sur a norte, tan solo para demostrarle a su suegra ( un pelín exigente por lo que deduzco) que era digno de casarse con su hija…( insisto, las suegras de ahora ya no son como las de antes…)

…luego ya derivé al Conde Almaty, aquel «paciente inglés» que encontró el amor mientras buscaba el último oasis de Zerzura. El siguiente gintonic me trajo a la memoria la aventura de Michael Asher, quien en su luna de miel atravesó (con su mujer, que tenia que ser santa o perroflauta) el Sahara de oeste a este a lomos de un camello, y luego  ya vino Tarzan ( y Jane) y las minas del Rey Salomon, etc etc….Aquí fue cuando me di cuenta que empezaba a desvariar y me fuí pa la cama ( tentado de imitar su famoso grito, pero cortándome, que la gente estaba durmiendo).

Y voy a dejar de cantarle a l’amour, porque acabo de percatarme de que una vez mas me estoy dispersando, porque en esta entrada os quería hablar de los Luo, uno de los pueblos de pescadores que vive a orillas del lago y todavía no os he contado nada de ellos.

Los luo son conocidísimos urbi et orbe por varias de sus costumbres, cada vez mas en desuso, tales como el teru buru, su intenso ritual funerario, o por esa costumbre suya de practicar como rito iniciático el arrancar los dientes incisivos inferiores. Casi prefiero ser como los Nandi  y que me hagan la circuncisión…(aunque tampoco me hace gracia eso de ir perdiendo trozos…) o como los Bachiga y celebrar la ceremonia de la orina…

Últimamente también se han hecho famosos porque la abuela de Obama nació en la aldea de Kogelo, donde vive todavía. No hace mucho el presidente americano visitó la aldea al mas puro estilo de bienvenido Mr Marshall.

Pero lo que yo creo que realmente les va a dar renombre internacional es el pub Downtown en la localidad de Mbita, un lugar frecuentado por incondicionales parroquianos, que con una decoración vanguardista, apuesta por la degustación de cerveza caliente (tanto que casi hay que soplar antes de beberla), acompañada de una tapita de ugali que haria «gomitar» a una cabra.

Reconozco que es posible que haya estado en sitios mejores, que seguro que los hay, pero estar ahí, disfrutando de unas cervezas en compañía de unos amigos me hizo sentir muy pero que muy bien, ojalá lo hubiera podido compartir con muchos de vosotros. Y aqui os dejo por hoy.