En ruta a las entrañas del Akakus
Aquel día llevábamos muchos kilómetros dando tumbos bajo un sol implacable. y el hambre había empezado a retorcerme las entrañas, que no paraban de sonar. Nos cruzamos con un grupo de camellos que se dirigían como nosotros hacia la sombra de una acacia solitaria que se divisaba a lo lejos. Al llegar, el gigantesco Yussuf Adwol sin para de sonreir dejó el kalashnikov en el suelo para agarrar a una de las camellas por detrás, como con intención de violarla, la ordeñó y pudimos saciar la sed compartiendo un...